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Ecos de un mundo con inteligencia artificial - La paradoja de la IA en la educación

  • Foto del escritor: Mariano Tello Nocetti
    Mariano Tello Nocetti
  • 10 jun
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 30 jun

“La educación no es llenar un balde, sino encender un fuego” -William Butler Yeats


Quién se encuentra frente a ti es el experto. Tu profesor o profesora, la persona encargada de guiarte durante el semestre. Pero en tu bolsillo también está otro "experto", uno que responde con velocidad, sin cansancio, sin horarios ni quejas: un smartphone con acceso a ChatGPT.


Este es el nuevo punto de partida. A partir de aquí, damos el primer vistazo a un fenómeno cada vez más complejo: el desembarco de la inteligencia artificial en la educación. Porque esto, lejos de detenerse, sigue escalando.


Aprender… o automatizar el aprendizaje.


La llegada de la IA a las aulas no es una novedad de este año. Desde hace al menos un lustro, herramientas como Wolfram Alpha ya ofrecían bases de datos monumentales para cualquier tema, desde historia hasta física avanzada. Hoy, los estudiantes tienen acceso a tutores digitales que no sólo explican temas, sino que generan resúmenes, prácticas personalizadas y cuestionarios con retroalimentación inmediata. Gemini, DeepSeek, Khanmigo y ChatGPT son apenas los más conocidos.


El sueño de una educación universal, accesible y personalizada parece más cerca que nunca.


Pero luego viene el cansancio y la presión: “Hoy no tengo tiempo… Me siento mal… ¿De verdad puede el chatbot hacer ensayos? Solo por esta ocasión. El siguiente prometo hacerlo yo”, pensamos. Así, se borra la delgada línea entre apoyo educativo y suplantación del aprendizaje.


Estudios recientes han comenzado a mostrar lo generalizado de este fenómeno. Según un reporte de Intelligent.com (2023), el 30% de los estudiantes universitarios en EE.UU. admitieron haber usado herramientas como ChatGPT para tareas escolares o ensayos completos. [¹]


Y la cifra se espera siga creciendo.


En respuesta, han surgido plataformas para detectar si un texto fue generado por IA: GPTZero, Turnitin con IA integrada, o ZeroGPT, entre otras. Solo que el problema no es tan simple: muchos de estos sistemas arrojan falsos positivos, marcando como sospechosos textos genuinos de los alumnos. Ante esto, algunos estudiantes pasan sus ensayos —aunque los hayan hecho ellos— por estas herramientas antes de entregarlos, y modifican frases hasta alcanzar un 100% de “originalidad”.


El resultado: el alumno deja de escribir con naturalidad y comienza a redactar para “engañar a la máquina” y convencerla de que el texto original que escribieron sí es original.


Pero los maestros también preguntan.


Mientras tanto lado de los profesores, la IA también ha irrumpido con fuerza. Muchos la usan como herramienta de apoyo para diseñar clases, generar dinámicas, explicar temas complejos, crear rúbricas o incluso adaptar el contenido al perfil de aprendizaje de cada alumno. La promesa de una enseñanza más eficiente parece haberse cumplido.


Pero también aparece la otra tentación: “Tengo demasiados ensayos que calificar. Y demasiadas páginas. El tema es muy complejo. ¿Y si se los doy a la IA? Y claro, también puede. “Solo por esta ocasión”, se repite.


Una paradoja cada vez más difícil de ignorar


Aquí se instala la gran paradoja: ¿cómo enseñar con ética, en un entorno donde la herramienta más poderosa es también la más ambigua? ¿Es justo prohibir a los estudiantes el uso de IA mientras los docentes la emplean para optimizar su trabajo? ¿Estamos interrumpiendo el proceso de aprendizaje cuando la comprensión se ve sustituida por la eficiencia? ¿La educación debe adaptarse a la IA o la IA debe adaptarse a los fines éticos de la educación? ¿Cuál es el sentido de que una inteligencia artificial califique el trabajo realizado por otra inteligencia artificial?


¿Hacia dónde vamos?


En mi opinión, la clave no está en prohibir, sino en transparentar. El uso de IA en la educación puede florecer si se establece con claridad cuándo, cómo y para qué se utiliza. Crear modelos éticos, donde estudiantes y docentes declaren abiertamente el uso de estas herramientas, podría fortalecer la confianza y abrir espacios para una pedagogía más crítica, más reflexiva.


Por poner un solo ejemplo, tal vez el maestro podría pedir a los alumnos un ensayo realizado totalmente por IA, dónde ellos puedan calificarlo a través de sus conocimientos adquiridos en la materia, haciendo observaciones y adiciones, o señalando las falacias e inconsistencias.


Porque, si vamos a enseñar a vivir en un mundo con inteligencia artificial, no podemos hacerlo pretendiendo que no existe. Lo verdaderamente formativo no será prohibir la IA, sino aprender a pensar con ella, y no en lugar de ella.


Dedicado a Beatriz Carrera Maldonado. Siempre aquí. Siempre.


Fuente:


[1] Intelligent.com. (2023). _30% of college students have used ChatGPT for schoolwork, survey finds_. [https://www.intelligent.com/chatgpt-and-artificial-intelligence-survey-2023/](https://www.intelligent.com/chatgpt-and-artificial-intelligence-survey-2023/)


Publicado en Ecodiario el 09 de junio de 2025.

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