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Ver para creer

  • Foto del escritor: Mariano Tello Nocetti
    Mariano Tello Nocetti
  • 4 mar
  • 2 Min. de lectura

Actualizado: 30 jun

"Nada es tan cierto como lo que creemos ver."  – William Blake


Creo en lo que ven mis ojos.


Porque, ¿cómo podría creer únicamente en las palabras de otra persona? Lo que me dice, lo que describe, lo que menciona que pasó, ¿Cómo puedo comprobar que puede ser verdad?


"Ver para creer" dice el dicho, y pensaba que era lo más certero del mundo. Pensaba, tiempo pasado. Porque tengo ante mí una serie de fotografías del papa Francisco con una chamarra invernal estilo Balenciaga, una cruz como collar al más puro estilo rapero, lentes oscuros, tenis de marca... en fin, con un atuendo más de moda que los mismos influenciadores de hoy en día. A estas imagenes le siguen otras. Una donde tiene una chamarra de cuero y un micrófono para cantar, otra en una motocicleta Harley Davidson blanca y ornamentada con cruces doradas.


Pensaría uno que, a estas alturas de los tiempos, las personas ya podrían distinguir las imágenes hechas por inteligencia artificial. Que sería fácil detenerse y mirar los detalles, como que el papa tiene seis dedos en una mano, que su crucifijo está deforme, que los ojos detrás de los lentes se fusionan con las pestañas o que los pliegues de la ropa están mal. Pero me di cuenta que pienso mal. Veo centenares de comentarios en la publicación de personas enojadas y decepcionadas de que la máxima figura del catolicismo esté usando ropa de marca mientras miles de personas en el mundo mueren de hambre. Porque si hay imagen, debe de ser real.


Mientras más nos adentramos en esta década, la inteligencia artificial avanza a pasos agigantados. No sólo se ha vuelto más accesibles (por mencionar un ejemplo, desde tu WhatsApp puedes generar imágenes), pero también se han vuelto más exactas, precisas y creíbles. Los nuevos motores de imágenes aprenden de sus errores y corrigen, con lo que eso conlleva.


Los engaños, las estafas y la violencia digital se han incrementado. Fotografías de mujeres manipuladas para darles un sentido pornográfico, ya sea para su venta o para desprestigiar a esa funcionaria pública de moda. Se pueden alterar imágenes de productos o servicios para que sean más consumidos y se generen ventas. O simplemente se crean para engañar a la audiencia, para incrementar "vistas" en los videos. Esto último también lo estoy viendo en este momento mientras un video se reproduce en mi celular, mostrando los bosques quemados en California. Se puede ver a muchos animales salvajes que son abrazados y reciben muestras de cariño de varios bomberos quienes, efectivamente, tienen seis dedos en las manos.


¿Es noble concientizar a las personas sobre un tema tan trágico como la pérdida de fauna y flora en el país vecino? Sí. ¿Pero a costa de una mentira? ¿De un video falso? No creo. A nadie nos gusta que nos mientan.


Será momento, pues, de reflexionar y empezar a dudar de lo que ven nuestros ojos. De prestar más atención al detalle y tener cuidado con lo que compartimos. Es más, les propongo cambiar ese viejo refrán por uno nuevo, que esté más de acuerdo con estos tiempos. Tal vez sea hora de decir "Ver para no creer".


Publicado en Ecodiario el 03 de marzo de 2025.

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